Es hora de
ponerse las máscaras, es tiempo de ser otro, de ser la fantasía de lo que me
niego por compromiso a la norma, a la regla. Puedo ser un fantasma, un rey, un
príncipe, un faraón, una escandalosa mujer, un médico, una princesa, un payaso…
pero no tengo que serlo mañana, hoy a nadie importa porque es época del baile
de las máscaras, día para la libertad de ser la fachada que desee sin represión
ni daño a la sociedad ni a sus santas costumbres.
El origen del
Carnaval no está claro, es diverso y de antigua data, lo que sí es evidente es
su necesidad entre los hombres. Así lo entendió la Iglesia Católica que fue la
institución que normaba la conducta moral del mundo medieval, por lo que al ver
que no podía controlar estos impulsos naturales de éxtasis y embriagues se
dispuso a establecer un espacio en su calendario para regular su duración a la
vez de preparar a la población para el inicio de la cuaresma, temporada para la
limpieza espiritual y corporal, de los excesos de la mente y el cuerpo. De ahí
su nombre Carne Levare, abandonar las carnes o fiestas carnestolendas, por esta
razón su fecha depende del miércoles de cenizas.
Es un espacio
para la auto mitificación, puedes ser quien desees porque más vale un pájaro
volando que cien en tu mano. Todo lo que posees te posee, te ata como un
papagayo al niño pero en carnaval las reglas de nuestra pirámide social ya no
tienen compromiso, hoy gana la horizontalidad y el papagayo puede imaginar que
es un niño soñando sosteniendo a un papagayo ajustado a la tierra, al final no
habrá un juicio a la realidad.
Con una
máscara también el shaman cura nuestras heridas, la política y la muerte que
llenan los noticieros hoy bailan juntas, el símbolo de protestas Guy Fawkes se
enfrentan a un grupo de macheteros llenos de grasa en el cuerpo, este le
muestra los dientes y amenaza al anónimo
con peluca pero tranquilos todo es parte del show, del baile de máscaras, luego
pasará el sombrero para quien disfruto de la función. Igual disfruta de esta
perversión el del traje de burriquita que hace un baile típico que según dicen
está mejor este año, mejoró el disfraz, ahora la burriquita echa perfume por
detrás y agua por la boca, es una maravilla temporal, es una socialización de
los símbolos, todo es igual a todo, pero si te esmeras en tu disfraz tendrás
algunas monedas en premio.
Los zamuros
dan vuelta por la ciudad tirando papelillo, hoy los gusanos son de caramelo, la
bruja de los cuentos va de la mano con blanca nieves, conejos y payasos salen
con sombrero sin necesidad de magia, no es una fiesta solo para niños las
máscaras son para todos. Los únicos indiferentes a la mascarada son los
anónimos recoge latas de aluminio, para ellos el mundo es el mismo, un desfile
interminable de máscaras, para ellos es la misma indiferencia a su falta de
máscara, de identidad prestada, porque ellos no pueden costearse una.
La alegría es
transformada en euforia, todos son incluidos, no hay carrozas este año pero no
importa esta no es una fiesta para o por las autoridades, son llamados a
asistir a aquel que no quiera ser autoridad ni imponer nada que no sea
papelillo en la cabeza, este es el día que la humanidad se olvida de su
civilización y precintos, hoy solo se circunscribe la libertad olvidada de
simplemente ser quien se quiera ser, hoy somos la fachada con un guiño del ojo,
hoy te creo todo lo que dices porque mañana es otro día.
Mis carnes se
elevan y me abandonan, ya llega el Miercoles de cenizas y comienza la
cuaresma, he consumido la grasa moral que me excedía, queme las calorías de
indecencia que me arropaban con lujuria, ahora a devenir mi corporalidad y mis
malas costumbres a la santidad prestada del exilio de los placeres.
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